top of page

El mejor hallazgo lorquiano – María Josefa lo sabía todo

Tenía quince años cuando, volviendo a clase, escuché sin quererlo la curiosa “predicción” que una profesora hizo a otra, embarazada de tres meses: “Será un varoncito y lo llamarás Federico...como Federico García Lorca”. La profe dejó que la frase se disolviera entre las paredes de la escuela, sin añadir nada. Imaginaos lo sorprendida que se quedó cuando, algunos meses después, su compañera dio a la luz a una niña que llamó Aurora.



Federico García Lorca es el escritor que puede inspirar a todos los demás. En cada una de sus obras se refleja el genio de un artista completo capaz de alternar, con fluidez y devoción, narrativa, poesía y teatro y regalarnos, en muy pocos años, textos que nos muestran toda faceta del ánimo humano. Con su pieza teatral “La casa de Bernarda Alba”, el autor nos cuenta historias, sentimientos y dolores eternos...y también por eso, es tan Grande.


Cierra los ojos e imagina estar en un pequeño pueblo andaluz de los años treinta, en casa de doña Bernarda, una mujer de sesenta años con un carácter muy fuerte, fiel a las normas y a las buenas costumbres, y siempre impecable en todo lo que hace. En realidad, entre sus cuatros “muros gruesos”, ella es dispótica, violenta, y ahuyenta y somete a todos los que la rodean. Vive con sus cinco hijas y su madre María Josefa; en la escena aparecen también la Poncia y la criada.


La historia empieza cuando Bernarda se queda viuda e impone a sus hijas un luto de ocho años. Al mismo tiempo, acepta que su hija mayor se case con Pepe, un joven apuesto que entretiene relaciones secretas con Adela –la hija menor de Bernarda. A lo largo del asunto, se descubrirá que otra hermana, Martirio, también está enamorada de él. Al enterarse, Bernarda reprimirá su ira para proteger “la buena fachada familiar”. Pepe nunca se verá en la escena pero, a pesar de eso, encenderá una despiadada rivalidad entre las hermanas que traerá numerosos giros y un final inesperado.


Cada personaje podría ser presentado con dos o tres palabras; de hecho, a menudo ellos mismos se atribuyen mutuamente descripciones más o menos desagradables. "Te doy mis espaldas para que te compongas la joroba que tienes", "Angustias está vieja, enfermiza y, si con veinte años parecía un palo vestido, ¿qué será ahora que tiene cuarenta?". Sí, si queréis una obra de solidaridad, buscadla en otro lado.

El único personaje sobre el que realmente se podría discutir por mucho tiempo es María Josefa, la madre de Bernarda. Tiene ochenta años, está loca y por eso vive encerrada en su cuarto. Su locura es el hallazgo que Lorca utiliza para anticipar hechos y conectarnos con lo que pasó antes. María Josefa quiere vivir, abandonar la balsa de aparente tranquilidad que su hija Bernarda ha impuesto durante muchos años porque –nos anticipa– muy pronto naufragará. Ella no quiere asistir a la ruina de sus nietas, "cinco mujeres que se hacen polvos el corazón” por un hombre, "ranas sin lenguas" ansiosas de casarse e inconscientes de que Pepe, lo quiera o no, las destruirá. En una de sus pocas entradas en escena, la encontramos acunando a la ovejita que tiene en sus brazos, y que parece haber adoptado como hijo, meditando en huir de aquella casa donde sólo se respira la muerte e irse a la orilla del mar, donde se casará con un joven y podrá finalmente volver a vivir. Verá a madres atentas y amorosas mimar a sus hijos, con los padres sentados junto a ellos, familias unidas por el amor y no por la hipocresía que, contrariamente, reina soberana en la casa de Bernarda. Y allí -dice ella misma- estará tan viva, feliz y libre que se reunirá con el mar hasta convertirse en espuma. La búsqueda de vida, la apertura que María Josefa nos da en una situación tan claustrofóbica, se refleja también en una elección cromática de fundamental importancia: ella lleva -paradójicamente y en contraste con lo que pasará- un blanco vestido de novia, mientras que todas las demás mujeres de la casa visten de negro para respetar el luto. Los versos de María Josefa nos regalan espacios abiertos e imágenes encantadas; esporádicos momentos en los que nos parece volver a respirar después de la apnea.

¿De cuántas maneras se puede leer una obra literaria? ¿Cuántas lecturas son suficientes para captarlo todo, para entender cada detalle y hacer coincidir todos los fragmentos del rompecabezas? No bastará una vida para rendir homenaje a la infinita grandeza de Federico.


Articolo a cura di: Benedetta Pitocco



49 visualizzazioni0 commenti

Post recenti

Mostra tutti
bottom of page